martes, 30 de julio de 2013

Me acosté en el pasto y miré el cielo, a mi lado estaba Camila, siempre tan descreída y apurada. Tardé quince minutos en convencerla para que bajemos del auto y disfrutemos de este paisaje, de lo claro y despejado que está el cielo y lo hermosa que está la tarde.
Ayer a la tarde llovió y, aunque el suelo ya está seco, todavía se puede encontrar en el ambiente ese olor a tierra mojada que tanto recuerda al verano, a todas las noches que uno pasó despierto con sus amigos, leyendo un libro, escuchando música o simplemente haciendo nada, escuchando la lluvia de fondo y marcando en su memoria esos recuerdos que siempre vienen cuando se está en una situación similar.
Los pocos árboles que se alzaban, lo hacían altos y frondosos y cubrían todo a nuestro alrededor, brindando sombra y viento en ese día tan caluroso pero lindo al fin y al cabo. El pasto funcionaba de almohada y, a pesar de todo lo que rezongó mi amiga, pudimos sentarnos a disfrutar de ese maravilloso día. 
Comencé a ver las nubes, era un juego para chicos, lo sé, pero me encantaba tratar de encontrarle alguna forma a las nubes y comparar con las formas que habían encontrado mis amigos, incluso estado solo lo hacía, era algo totalmente fascinante.

- Esa se parece a una sirena entrada en kilos tirándose al agua- murmuré totalmente emocionado.
- Las sirenas viven en el agua nabo- dijo mi amiga-. Además es una nube y, por ende, tiene forma de nube, no de sirena entrada en kilos.
- Que aguafiestas que sos Camila.
- No, estoy siendo realista, lo que pasa es que vos vivís en tu nube imaginaria donde una mancha y una nube, valga la redundancia, tienen forma de cosas que existen y de cosas inventadas por el hombre.
- Andá a cagar- fue lo último que dije antes de levantarme y volver al auto.
Me senté, usando la puerta del conductor como respaldo, y encendí un cigarrillo, ya estaba cansado de esos comentarios que hacía mi amiga, pero no le decía nada porque sabía perfectamente cómo se ponía cuando alguien le discutía sin un fundamento totalmente científico. A los minutos escuché la puerta del auto abrirse y cerrarse y la radio encenderse, seguramente mi amiga se había cansado de fingir que veía las nubes y había vuelto al auto.
Observé el paisaje un rato más, hacía tiempo que no estaba solamente conmigo mismo, hacía bastante tiempo que no estaba solo, pensando y replanteando las decisiones que había tomado y las que no. Encontré, junto a la rueda del auto, un pedazo de espejo y lo tomé; lo que reflejaba no era lo que yo recordaba que debía ser, físicamente era igual, pero había algo que no debía ser así. El espejo ya no mostraba a ese nene inocente que lo único que creía era que nada era imposible. Ese espejo mostraba otra cosa, me reflejaba de una manera más oscura. Inconscientemente me toqué la muñeca, los tajos denotaban esa oscuridad y esa desazón que lentamente había ido naciendo en mí. La marca de los huesos alrededor de los ojos, lo chupado de mis mejillas, la manera en que notaba mis costillas cuando me rozaba con el brazo, todo mostraba lo distinto y lejos que estaba de ser ese nene inocente. Sin embargo, a pesar de la depresión, la tristeza y el enojo, me sentía más vivo y fuerte que nunca.

Desolación

Esa sensación después de ver una película y creer que todo está perdido. Esa sensación mucho más grande que una simple depresión. Ese sentimiento de desesperanza, de dolor, de tristeza. Esa sensación de que no importa cuánto puedas hacer, va a seguir siendo insignificante.
Puede sonar exagerado, extraño, incluso naif; pero cuando uno llena su alma, su corazón, su mente de ilusiones, utopías y esperanzas, es desolador ver como en un simple minuto todo puede llegar a su fin, cómo sin importar las fuerzas con las que uno luche, no necesariamente esas fuerzas, ganas y esperanzas se transformen en realidades.
Lo cierto es que uno siempre se llena de ilusiones, es la forma que encuentra el ser humano para poder salir adelante de los problemas que pueda llegar a tener. Pero cuando esas ilusiones son más grandes, cuando va más allá de un simple sueño, cuando dejan de ser ilusiones y pasan a ser utopías e ideales, es más desolador para el alma ver la forma en que todo puede terminar con un simple parpadeo.
No caben dudas que después de estos sentimientos uno vuelve a recobrar las esperanzas, creyendo que todo puede ser mejor, que todo puede salir adelante y que esos ideales pueden transformarse en realidades. Pero lo real es que siempre existen esos sentimientos cruzados, esos pensamientos positivos y negativos que pelean por ganar. Y por un tiempo ganan los negativos, y creemos que todo está perdido, que no hay salida de esa realidad que no nos gusta y que nuestros ideales son simples utopías que van a terminar muriendo con nosotros. Pero dejarse guiar por el miedo, dejar que nuestros temores nos manejen es peor que ser utópico y después creer que esas utopías van a morir con nosotros. Dejarse dominar por el miedo es morir en vida, y estar muerto en vida es peor que morir con y por nuestros ideales.

Noches de verano

El sol bajaba lentamente, era un día de calor igual a tantos otros que se vivían en pleno verano. El viento mecía las hojas de los árboles, los últimos rayos solares iluminaban el cielo tiñéndolo de un anaranjado que, en pequeños lugares, se mezclaba con algunos rosados o violáceos. Desde la calle se podían ver los pequeños mechones rubios de la joven que descansaba sobre la baranda del balcón, su pelo, al igual que los árboles, se movía al son del viento y su risa se escuchaba desde la tan silenciosa calle.
Artemisa estaba acostumbrada a esas noches de verano, ya no le afectaba tanto el calor. El año anterior había sido peor, o eso creía ella, por eso no lo sufría tanto; Scott, sin embargo, era un recién llegado a la ciudad y nunca había vivido un calor tan insoportable. Pequeñas gotas de sudor caían por su rostro, la remera ya había desaparecido de su cuerpo para el momento en que la temperatura alcanzó los 38° y recién cuando anochecía y la temperatura comenzaba a descender lentamente, se daba el lujo de salir del departamento y observar la calle.
No entendía las grandes ciudades y nunca iba a entenderlas, la rubia se había esforzado por mostrarle otras cosas pero él seguía sin cambiar su modo de verlas. Esa noche se encontraban solos en el departamento, James y Lyra habían salido a cenar juntos y les habían dejado la casa para ellos dos con la esperanza de que alguno diera el paso final y se atreviera a hablar seriamente con el otro.
Misa, como le decían sus amigas, volteó en el balcón y, mientras observaba el andar de las personas, colgó el teléfono y lo guardó en el bolsillo. El silencio era algo completamente extraño en una ciudad tan grande como esa, y era mucho más extraño para una ciudad capital. Pero la rubia ya estaba acostumbrada a que, en pleno enero, la gente desaparecía para pasar sus vacaciones en la playa. De hecho, todas sus amigas estaban vacacionando en la casa de una de las chicas del grupo. Luisina, la enana como le decía Misa, tenía una casa en Gesell y siempre se iban de vacaciones ahí; pero ese año Artemisa no había podido ir porque no quería dejarla a Lyra sola.
Sintió un par de brazos rodearla por la cintura, era Scott que había decidido salir un rato del encierro en el que vivía. Le dejó un beso en el cuello antes de apoyar su cabeza en el hombro de la rubia y sonreír por ese momento.
- Hacía mucho que no teníamos el departamento para nosotros solos- murmuró el castaño mientras le acariciaba la mano a Misa.
- Hacía mucho que no te acercabas para otra cosa que no sea solamente tener relaciones- respondió ella mientras lo empujaba suavemente y se encaminaba al ventanal que separaba el living del balcón.
Scott agarró la mano de la rubia antes que entrara completamente y tiró de ella hasta tenerla lo más cerca posible, le acarició la mejilla y la besó lo más cariñosamente posible, dejando entrever todas esas cosas que habían pasado inadvertidas. Cuando se separaron una suave sonrisa descansó en el rostro de ambos y Misa entendió todo lo que ocurría... ahí se explicaban todas las sonrisas sin razón aparente, los abrazos cuando ella estaba mal, las caricias en el brazo o en el pelo, todos los "Buenos días" y "Buenas noches", los juegos, las conversaciones... todo lo que ella creía que marcaba una distancia de amistad entre ambos se explicaban con ese simple y dulce acto.
- Te amo- murmuró él antes de volver a fundirse en un beso que llevaba semanas esperando.
Las lágrimas ya acudían a su rostro cuando cerró el ventanal, no quería que nadie la viese llorar ni que le dijeran nada sobre el tema. Ninguno entendía por qué estaba así y no quería tener que explicar nada al respecto. Se apoyó contra la pared y se dejó caer, las piernas le temblaban, los ojos le ardían y nada en ella hacía que se sintiera al menos un poco mejor, su cuerpo no la ayudaba a mejorar su estado de ánimo.
Esa era su última noche en ese departamento, había decidido no volver ahí para no seguir lastimando a nadie. Ya le había dejado una carta a Alex explicándole todo lo que verdaderamente sentía y diciéndole que todo lo que él creía era falso, que alguien lo había engañado; también le había dejado una carta a Emilie, su mejor amiga, diciendo lo mucho que lamentaba la pelea y que, al igual que lo habían hecho con Alex, a ella la habían engañado. En ninguna de las dos cartas decía que iba a quedarse, en ambas les decía lo mucho que los quería pero que debía irse, que ella no pertenecía a ese lugar y que nunca iba a hacerlo.
Secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas, pero pronto aparecieron más para reemplazarlas. Cansada dejó que las lágrimas fluyeran y, así, tratar de aliviar el dolor que sentía recorrer su cuerpo.
Su madre, la misma que años atrás la había abandonado, había sido la mejor amiga de la mamá de Emilie, la mujer que la cuidó toda su vida. No lograba entenderlo, Anne tendría que habérselo contado en algún momento, en definitiva la conocía desde que era apenas una recién nacida.
Cerró los ojos y apoyó la cabeza en sus rodillas mientras el mismo recuerdo se reproducía una y otra vez en su mente. Recordaba que era una noche completamente gris; sus padres estaban discutiendo y ella ya no podía fingir que dormía, se acercó a la escalera y se sentó allí, abrazándose a las rodillas y llorando silenciosamente. Desde la muerte de su hermano las peleas eran constantes y nada parecía calmarlas, pero sus papás fingían llevarse bien mientras estaba ella presente, creyendo que así se borraba el dolor de escucharlos discutir todas las noches. Pero ese día era distinto, no era una pelea más... era la definitiva. Violet vió como su madre le tiraba un florero a su padre, mientras él trataba de hacerla quedar; ella le gritó, lloró y le dijo que nunca más volvería pero que esperaba que fuera feliz, al menos por su hija. Agarró dos valijas que estaban en la entrada de la casa y salió, para no volver más.
La rubia sintió un brazo que le rodeaba los hombros y volvió a la realidad sólo para encontrarse con unos ojos marrones que la miraban curiosos. Trató de alejarse mientras se secaba las lágrimas, pero Alex la obligó a quedarse ahí, junto a él.
- Prometiste no confundirme con tus sentimientos- dijo el castaño, recordando una conversación que habían tenido al principio del verano.
- Bueno... vos prometiste no romperme el corazón- respondió ella-, pero se ve que ninguno de los dos pudo cumplir.
- Por dios Vi, no podés decir eso. ¿Dónde quedó esa chica inquieta y decidida de la que me enamoré? ¿La que lucha por cada cosa y que prefiere hacer todo lo que esté a su alcance, y más, para ganar antes que renunciar a algo? ¿Dónde quedó esa chica que no da el brazo a torcer nunca? Porque ésta no sos vos... Violet Stevens no renunciaría nunca, no le daría a nadie el gusto de verla rendirse.
- Bueno... ¿Sabés algo? Estoy harta de fingir que nada me duele, estoy harta que jueguen conmigo, estoy harta de todo esto. Soy una persona igual que todos ustedes ¿si? y sé reconocer una causa perdida... me cansé de luchar por todo. Me cansé Alex, me cansé- murmuró ella antes de romper en llanto.
El castaño la abrazó con fuerza y le acarició el pelo.
- Yo nunca rompería tu corazón Vi- le dijo, obligándola a mirarlo a los ojos.
- Y yo nunca jugaría con tus sentimientos- respondió ella secándose las lágrimas-, pero se ve que inconscientemente lo hicimos.

Vivimos

Vivimos en un mundo en el que más es más y menos también es más; pero, a su vez, más también puede ser menos. Nuestra frase de cabecera, como sociedad, es "el tiempo es oro",. Buscamos tener más tiempo, anhelamos días más largos. Pero, ¿para qué? para poder tenes más actividades. Más horas libres implican más actividades, más trabajo, más de todo y menos de nada.
Nos levantamos; nos bañamos; desayunamos leyendo el diario o viendo el noticiero; nos vamos al trabajo/escuela/facultad/lo que sea; salimos para almorzar al centro, (porque, claramente, es mejor comer por algún puestito perdido por ahí que volver a nuestras casas y comer sentados), para así no perder tiempo; volvemos a nuestra casa; hacemos lo que debemos hacer; cenamos; nos acostamos a dormir. Otra vez suena la alarma del despertador, otro día, otra vez la misma rutina.
¿Dónde quedaron aquellos días en los que más tiempo era igual a tiempo de ocio? ¿Cuándo se modificó todo eso? ¿será cierto, como muchos afirman, que fueron las grandes ciudades las culpables de esto? En todos lados se habla de "la vida en las grandes ciudades", "el stress de la ciudad", "el ritmo de la ciudad", etc. ¿es que, en realidad, conocemos otro tipo de vida? ¿cuántas veces escuchamos la frase "yo no vivo en tl lugar porque no me gusta ese estilo de vida"? ¿cuántas veces lo dijimos? Mi pregunta es, en realidad, ¿no será que nos quejamos de eso porque no podemos quejarnos de que vivimos igual?
Me encantaría saber cuándo se modificó todo eso (pido al que tenga la respuesta que la comparta conmigo). Pasamos por la vida mirando el reloj, preocupados por tal o cual cosa, empujándonos, convirtiéndonos cada vez más y más (y mucho más) en gente agresiva (¡nos quejamos de la violencia en la tele o en el fútbol y no nos damos cuenta que es un reflejo de una sociedad cada día más agresiva!), nos olvidamos de agradecer, de sonreír... nos olvidamos de vivir.
Caminamos por la vida y olvidamos ver a todos aquellos que sí disfrutan de ella, de estar vivos, que le sacan provecho y jugo a la vida. Pasamos por una plaza sin disfrutar de los niños que juegan libres, de los cantantes, de los músicos, de los poetas, de los artistas, de los amigos, de los amantes. Pasamos por la vida encerrados en nuestra burbuja; pensando en el horario, en la reunión de trabajo, en el examen, en la cena, en el supermercado, en todo lo que tenemos que hacer; rogamos tener más tiempo para hacer más cosas y, así, necesitar más tiempo.
Nuestro límite comenzó a ser el dinero y el tiempo. Ya no disfrutamos de las pequeñas (y maravillosas) cosas de la vida. Ya no es importante juntarse con amigos a reír, poner plata entre todos para la comida, recordar viejas épocas y generar nuevas anécdotas; lo importante es cánto vamos a gastar y cuánto tiempo vamos a perder.
¿Dónde quedó el descanso? ¿la juntada con alguien? ¿la salida al centro por el simple placer de pasear? ¿la lectura elegida de un libro?  ¿la escritura por ocio? ¿Dónde quedaron todas esas costumbres? ¿los mates a la tarde? ¿los cafés después de la cena? ¿la charla de las comidas? ¿el placer de una película? ¿será que en esa "vida de ciudad" perdimos todos nuestros tiempos libres?
Yo me pregunto, entre todas las preguntas que rondan mi pensar, cuándo fue que nuestro miedo a la muerte se transformó en nuestro miedo a la vida. ¿Cual es mi límite? mi vida. ¿Qué es lo importante? mis recuerdos, mi futuro, mi alegría, mi felicidad, mi risa.
¿Mi consejo? Salgan a la vida. Bailen; rían; lloren; disfruten; sean felices tanto con lo grande como con lo chico; hagan lo que sientan, lo que mejor les haga a ustedes. Y recuerden: la vida es una sola y es eso que ocurre mientras están ocupados haciendo otros planes. Este es mi consejo, tómenlo o déjenlo, pero hagan algo con él.

Quiero...

Quiero conocerte. Sé que debes estar ahí, o al menos eso espero. Sé que algún día nos encontraremos, sé que ese día me daré cuenta que eras lo que estaba buscando. Quiero conocer a ese adulto que sepa ser un niño. Quiero que juegues, que te diviertas, que te rías. Quiero que no le tengas miedo a la libertad, todo lo contrario, que la anheles, que quieras ser libre. Quiero que me dejes volar, que vueles conmigo. Pero también quiero que sepas dónde caminas, que camines por tierra firme. Quiero que no conozcas de cadenas ni de límites, que te sientas y sepas libre. Quiero que te conozcas, que sepas quién sos y quién no sos. Quiero que no temas decir "acá estoy", que no temas plantarte ante la vida y demostrarle que estas vivo. Quiero que rías, que rías conmigo, que te rías de mí y que, también, te sepas reír de vos mismo. Quiero que te guste estudiar, que te guste aprender todos los días, pero no sólo de lo que podés aprender de los libros sino también de lo que podés aprender de la vida, de la gente que te rodea. Quiero que te guste superarte día a día, que quieras crecer, que quieras ser mejor. Quiero comprendas mi locura, que me comprendas y que te guste así. Quiero que me llames sin importar la hora. Quiero que te guste vivir, que disfrutes de cada cosa que te pasa o que haces. Quiero que te guste bailar bajo la lluvia. Quiero que hagas lo que quieras, sin importar el lugar en el que estas. No te quiero vergonzoso, no te quiero tímido. Te quiero feliz, libre, contento. Quiero que me invites a pasear, a salir al mundo, sin importar el día, ni la hora, ni qué haya que hacer al día siguiente. Quiero que me acompañes en mis locuras, que las comprendas, que las aceptes. Quiero que disfrutes de estar vivo, que disfrutes de la vida. Quiero que hablemos de política, que podamos estar hablando por horas y que no te canses, quiero que sepas de lo que estas hablando, que me escuches, que me debatas, que me enseñes sobre lo que no sé. Quiero que seas militante, que milites un partido, un barrio, una facultad... que milites la vida. Te quiero comprometido, comprensible. Quiero conocerte. Sé que debes estar ahí, o al menos eso espero. Sé que algún día nos encontraremos, sé que ese día me daré cuenta que eras lo que estaba buscando.

lunes, 29 de julio de 2013

Soy...

Hace un tiempo me preguntaron “Y vos... ¿Vos qué sos?” podría haber elegido responder muchas cosas. Podría haber dicho que soy estudiante; que soy una futura comunicadora social; que soy de gimnasia, que soy hija, prima, sobrina, hermana, nieta; que, principalmente, soy amiga. Podría haber elegido decir que soy lectora; que soy una escritora y una música frustrada; que, supuestamente, soy judía.
Podría haber dicho que soy un montón de cosas, pero elegí decir una sola y única “Soy lo que la vida me depara”, con todo lo que eso significa. Soy las ganas de reír, las carcajadas, las risas que terminan en llanto. Soy las ganas de llorar, los llantos solitarios y los acompañados, los silenciosos y los ruidosos, los llantos que se ocultan y los que terminan en risas.
Soy las ganas de levantarme todos los días para ir a la facultad; para encontrarme con todas esas caras conocidas y desconocidas; para recorrer los pasillos llenos de carteles; para hablar y reirme con mis amigas; para conocer gente nueva; para entrar en esos salones llenos de conocimientos, de experiencias, esos salones que día a día me educan y me acercan un poco más al título. Esas ganas de pasar más tiempo en la facultad que en mi casa; esas ganas que se convierten en tiempo, en momentos, en anécdotas; esas ganas que, día a día, transforman la facultad en una nueva y hermosa parte de mí, que la transforman en una nueva casa; esas ganas que hacen que ame lo que estoy estudiando y que ame el lugar en el que lo estudio. Pero también soy esas ganas de quedarme acostada durmiendo, de mandar a todos a la mierda; esos rayes de odio a la facultad que me agarran, pero que después recuerdo todo lo que vivo día a día y dejo de odiarla.
Soy esas ganas de juntarme con mis amigos, de verlos; esas ganas de aprender, escuchar, ver, estar y enseñar todo lo que pueda; esas ganas de reir con mis amigos, de aprender de ellos y de enseñarles. Pero, también, soy esas ganas de estar sola por un tiempo; de pensar, analizar, razonar; esas ganas de putear al mundo y de putearme a mi misma; esas ganas de estar conmigo y con nadie más; esas ganas de analizar cada cosa que hice, que hago o que tendría que hacer.
Soy esas ganas de sentarme a leer un buen libro, de transportarme a otra realidad; esas ganas de escuchar música y no hacer nada más, de borrar todo pensamiento de la mente y quedarse escuchando y disfrutando de esas melodías y esas músicas; esas ganas de escribir por sobre todas las cosas, de imaginar escenarios y personajes distintos, de distenderse de la realidad imaginando otra.
Soy esas ganas de ver un buen partido de fútbol, de putear, de gritar, de sufrir y de disfrutar con ese deporte.
Soy esas ganas de todo y de nada al mismo tiempo; soy todo y nada al mismo tiempo, y también soy algo. Soy la vida, con lo bueno y lo malo, con las risas y los llantos, con las alegrías y las tristezas; soy lo que veo, lo que escucho, lo que digo, lo que callo, lo que leo, lo que debato y lo que escribo. Pero también soy lo que no hago.
Soy la alegría de vivir mezclada con las ganas de no hacer nada; soy el amor que viene y va, pero que siempre está ahí, no necesariamente en una única persona, el amor de un amigo, de un familiar. Soy un 90% risas pero también soy un 10% tristezas, y hay veces que ese 10% gana y me deprimo, pero salgo adelante porque también soy alegrías. Porque, en definitiva, soy lo que la vida me depara.

"La vida es cuesta arriba... pero la vista es genial"

Las cosas en la vida pueden salir o mal pero uno siempre tiene que poder ver la parte llena del vaso; no sirve de nada ver lo vacío, salvo para deprimirnos más y más, para entrar en un círculo que nos consume día a día. La vida es una montaña rusa, un día estas arriba y al otro estas abajo, pero hay que estar abajo para poder disfrutar cuando estamos arriba.
No hay un único camino, así como tampoco hay atajos en esta vida; sólo un largo y gran camino. Ese camino nos va a ir presentando distintos paisajes a lo largo de nuestra vida, algunos más lindos y otros más feos, pero hay que disfrutar de esas cosas que nos da la vida porque son únicas e irreemplazables; además nos vamos a ir encontrando distintas personas que nos van a acompañar en ese camino, algunos van a caminar un largo trecho con nosotros y otros un trecho corto, pero lo importante es disfrutar de ese momento que pasamos con esas personas.
La vida nos va a presentar momentos donde todo va a resultar más sencillo que nunca; pero así como están esos momentos, nos va a presentar obstáculos que debemos aprender a sortear. No importa cuál es el obstáculo, no importa cuán difícil resulte sortearlo, la solución no radica en sentarnos sobre la piedra a esperar que toda la vida nos pase por encima.
"La vida es solo un montón de experiencias, ¿sabes?. No te dan una medalla en la línea de llegada por haber sido bueno.Solamente te mueres." Es más fácil pensar en la muerte que acordarse de vivir; pero si vivimos con miedo a la muerte cuando nos llegue nos vamos a dar cuenta que, en realidad, no vivimos nada. La vida es una carrera, donde nosotros somos la zanahoria de la muerte; en vez de preocuparnos por la muerte, que en un momento u otro nos va a llegar a todos, deberíamos comenzar a preocuparnos por disfrutar y vivir nuestra vida.
El mayor miedo del ser humano es la muerte; en mi opinión nuestro mayor miedo debería ser darnos cuenta, a la hora de la muerte, que no vivimos, que no disfrutamos, que se nos pasó la vida por delante de nuestros ojos.
Si no te gusta la realidad, si no te agrada lo que ven tus ojos a diario, armá tu propia realidad; inventate un mundo donde las cosas sean mejores y andá volando a ese mundo, a tu mundo.
No me gusta esta realidad, no me gusta lo que veo a diario; así que, por momentos, me escondo en mi realidad. Me escondo en mi mundo, donde todo es posible y todo puede llegar a mejorar.
Por momentos mi mente me traslada de nuevo a esta realidad que tan poco me gusta y un vacío aparece en mi alma; pero recuerdo ese mundo que me inventé para ser feliz y todo mejora lentamente.
Adiós realidad, me estoy escapando a mi propio mundo.

El anillo

Si yo no estoy loco, yo no tengo que estar acá, éste es un lugar para los locos no para mí. Yo merezco que me traten con respeto, porque yo no estoy loco ¿no? No, no lo estoy. No, claro que no lo estas, viejo, es todo una confusión. Si, claro que te vamos a sacar. Ya me está frustrando ésta situación, aunque no lo quiera creer el viejo no cambia más. El Dr. Ricardo Fonster me dijo que no cree que papá vaya a mejorar. “Lo mejor para tu padre es que no vengas tan seguido, Juan. Los delirios de tu padre reaparecen con la ansiedad que le genera el saber que venís a verlo, cosa que no le sucede cuando se entera que la visita es la de tu madre. Aparte no creo que vos la estés llevando muy bien a esta situación, y lo mejor para tu psiquis, y para la de tu papá, es que no se vean tan seguido”. Le dije a Juan.
No visitarlo; claro, es tan fácil para el doc decirlo, si no es él quien tiene a su papa en el loquero; y solo por un estúpido anillo, “Mágico”. Siempre lo arruina todo, nunca se conforma con nada. Había logrado reponerse de ese trauma, consiguió un buen trabajo, que vino acompañado de una mujer que lo amaba y con eso logro formar una familia, una muy linda familia, la nuestra. Pero nunca le basto lo que consiguió, siempre me hablaba del pasado, siempre le faltaba algo, o alguien no recuerdo muy bien. Yo era chico y no lo entendía, pero tampoco recuerdo bien que era lo que me decía. Sé que estaba obsesionado con esa tal Mónica, no sé quien era pero siempre la nombraba y a mi mama la enojaba, por eso me hablaba en secreto.
“Dios mío, no puede ser que no cambies más, desde chiquito lo traumabas a Juan, con esas historias que sabias que le daban miedo, pero te gustaba verlo sufrír ¿no? ¿NO?. Y le seguís causando daños, parece que lo haces a propósito, él tenia buena salud, tenia amigos, una novia, iba a la facultad, ¿y ahora? Ni de buena salud puede decirse que goza” le dije a mi marido, furiosa estaba, muy enojada estaba con él, pero me sentía impotente, nada servía era obstinado como el solo.
“ ¿Salud? ¿Me estas hablando de salud? El no sabe lo que es tener mala salud, ni siquiera sabe lo que es tener una mala vida, él no tuvo que salir a laburar como lo hicimos nosotros, ni siquiera tuvo que pelar cada centavo para ganárselo, el siempre tuvo lo que quiso. Nació en cuna de oro. Sabes lo que me gustaría tener su vida”. Le replique a mi mujer.
Siempre se pelean por lo mismo mis viejos. ¿Qué debería hacer? Él es mi papá y, al fin y al cabo, siempre lo va a ser. Y yo lo quiero, quiero creer que se va a mejorar, pero no lo noto, y estoy harto de esto, harto. “Que debo hacer doc” me pregunto. “Eso es cosa tuya Juan. En su estado puedo poner las manos en el fuego de que el no va ni a mejorar ni a empeorar. Y vos tenés que seguir con tu vida, no podes depender de cómo esta él para saber como estas vos, tenés que preocuparte por tus problemas, problemas de alguien de 23 años. Por eso, como ya te dije, considero que lo mejor es que venga mas seguido tu mamá” le recomendé.
Sonó el teléfono, me asuste y me levante considerando que un llamado telefónico a las 3:00 a.m. debería ser urgente. Era el doc “Juan necesito que vengas urgente a la clínica, tu papa tiene un cuadro y te necesita” me dijo, hablaba muy rápido así que mucho no le entendí. Me vestí, estaba tan apurado que me puse los viejos vaqueros de jean gastado y la remera que me había regalado Lucia, mi ex-novia. Me subí al auto, al volvo deportivo que me había regalado mi papá a los 18, ese auto que tenia tantos recuerdos, tanta historia. Lo arranque y salí del garaje, subí a la calle y me pare porque el semáforo estaba en rojo, debe de haber cambiado la luz a verde porque de golpe me tocaron bocina para que me adelantara. Llegue al hospital y entre corriendo, estaba muy apurado como para detenerme a saludar.
Hable con el doc que me dijo “ Tu papa esta en el pabellón C, anda rápido, esta con él Dr. Francisco Rodríguez”.
Llegue al pabellón c y encontré al doc que me contó la situación. Al parecer mi papa había tenido un sueño, y el único que podía ayudarlo era yo, ¿en qué? No tengo la más pálida idea.
“Papá, ¿qué pasó? ¿estas bien?” e pregunto Juan. “No, no lo estoy, necesito el anillo” “¿qué anillo? Le pregunte curioso “tu sabes cual” esa fue toda su respuesta.
“NO, NO TE LA LLEVES, NO POR FAVOR, ELLA ES MI VIDA, NO NO OTRA VEZ NO” empezó a gritar como loco, no lo entendía. “Papá, papá estoy acá, con vos, contame, refrescame la memoria, ¿qué pasó? ¿A quién no se tienen que llevar? Papá, por favor, necesito que me cuentes, ¿qué pasó? PAPÁ” le pregunte, pero fue inútil, seguía gritando “NO”
“Hijo, te necesito, hace memoria, recordá donde esta el anillo, recordá donde lo dejo Mónica, tengo que salvarla y esa es mi única pista. Hijo, Ella lo era todo para mí, ese anillo, le dije que no debíamos comprar ese anillo, tiene la culpa de todo esto”. Le gritaba, pero Juan no reaccionaba, estaba inmovil, parecía una piedra.
¡El anillo! Ahí estaba la pista, empecé a recordarlo todo, ese anillo, Mónica, su antigua esposa, decidí preguntarle, aclararme las dudas. “¿el anillo de casamiento?” asintió “¿ el del diamante?” volvió a asentir “¿ el día que le regalaste el anillo, como sorpresa, para cambiar el de casamiento, ese día la perdiste?” y asintió de nuevo, era una situación cada vez más macabra. “Papá, ¿no lo recordas? Encontraron su cuerpo hace años en el lago, se había suicidado, vos la habías visto, eso me contaste” “No, No. Fue el anillo, el anillo maldito. Tuve esa sensación desde el primer día” le respondí a mi hijo.
“Papá” eso era lo único que pude gritar, cuando tome conciencia estaban cerrando la puerta de terapia en mi cara, se le habían puesto los ojos en blanco, comenzó a babearse, “Estuvo en trance Juan” me dijo el doctor. “entro en coma, y...” “¿y que?” me preguntó Juan. “Y falleció, mi amor” me dijo lucía.
Estar en crisis es temerle a un bicho inofensivo. Estar en crisis es sentirse vulnerable ante todo. Es decir permanentemente que estas bien cuando lo único que queres es romper todo. Es no aceptar que hay crisis. Estar en crisis es ponerte la careta y salir al mundo como si estuvieras de diez cuando en el fondo todo se desmorona. Estar en crisis es no aceptar lo que te pasa, es no aceptar ayuda.
Crisis en chino, si no me equivoco, significa oportunidad. La oportunidad de un cambio. Crisis es la oportunidad de hacer un quiebre, de cambiar para ser mejor, para superarse. Eso es crisis es oportunidad, es cambio. En fin, crisis es crisis.

Quizá no lo hacemos apropósito, va no creo que sea así. Pero ¿en verdad sabemos cuánto lastimamos? Y si lo sabemos ¿Por qué lo seguimos haciendo? O sea uno no lo hace a propósito, no es que de jodido uno quiere lastimar a alguien. Pero la pregunta es¿de verdad sabemos poner un filtro?Hay gente que habla y habla, y no le importa lo que dice, pero también hay gente que se guarda todo y lo dice cuando explota. Ahora bien, yo pienso no, un no se da cuenta, pero una palabra, una mirada, un silencio, un gesto, cualquier cosa puede lastimar a tal punto a alguien que dice ?me duele en el alma? pero, ¿Qué es el alma? ¿Qué es que siempre se habla de ella? ¿Cómo es una herida en el alma? Cualquier cosa por más insignificante que sea puede lastimar un alma. ¿Es más difícil desnudar el alma que el cuerpo? Si es así ¿Por qué? ¿Por qué cualquier cosa que la lastime hace que se quiebre?